Presintiendo que el presidente Lerdo de Tejada intentaría reelegirse, Porfirio Díaz decidió levantarse en armas. Formado en la guerra de Reforma y durante la intervención francesa, Díaz gozaba de gran prestigio entre los militares y de renombre en los círculos políticos del país. Con el triunfo del Plan de Tuxtepec,
el cual lo llevó a la Presidencia de México para gobernar el periodo
que comprende de 1876 a 1911 con un breve intermedio durante el gobierno
de Manuel González.
En los 31 años del Porfiriato se construyeron en México
más de 19,000 kilómetros de vías férreas con la inversión extranjera;
el país quedó comunicado por la red telegráfica; se realizaron
inversiones de capital extranjero y se impulsó la industria nacional.
Aunque Porfirio Díaz reiteraba que ya el país se encontraba listo para la democracia,
realmente nunca quiso dejar el poder y en 1910, a la edad de 80 años,
presentó su candidatura para una nueva reelección, la cual fue rechazada
por el público obrero. Ante estos hechos, Francisco I. Madero convocó a la rebelión, la cual surgió el 20 de noviembre de ese año, y terminó con la entrada triunfal a la ciudad, derrotando al dictador.
Si bien durante el porfiriato se lograron avances en la pacificación del
país, el costo social de este progreso fue enorme; la desigualdad
aumento a niveles pocas veces vistos, se crearon zonas de explotación
sistemática de indígenas a los cuales casi se les trataba como esclavos,
como Valle Nacional y buena parte de Yucatán. Además una represión a la
prensa libre, que era silenciada ya sea por medio de sobornos o bien
por torturas y desapariciones.
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